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Todo el mundo tiene la capacidad de ser original, porque cada ser humano es único. Pero la educación no está planificada para fomentar la singularidad sino para convertir a las personas en productos fabricados en serie. Ser original afecta a la manera de ser, a lo que se dice, a lo que se hace, y no es tarea fácil, porque en muchos casos implica desaprender.

Diferenciarse de los demás puede ser mero esnobismo, una forma de llamar la atención o una manera independiente de entender la vida. Si se es original se tiende a no hacer lo que hace todo el mundo, no se comparten los gustos generales, no se viste igual, se eligen productos al margen de lo comercial y, en esta sociedad, esta actitud no es fácil de mantener. Aunque muchas personas asocian originalidad con éxito prefieren no salirse de la norma. Esto es así, porque diferenciarse requiere un esfuerzo para alimentar el talento que no todo el mundo está dispuesto a realizar.

El cerebro se siente a gusto cuando repite y forzarlo a que se plantee las cosas de otra manera cuesta mucho. Curiosamente, existe un menosprecio general por todo lo que significa copiar o imitar, cuando resulta que es lo que hace la mayoria. Al mismo tiempo, se admira a los imitadores que más se acercan a la realidad.

Si analizamos el proceso creativo, se verá que la mayoría de las veces la originalidad consiste en un juego en el que se combina lo que se conoce con lo que se aporta para crear una solución nueva, de manera que cuanto más se aporta más original es la respuesta.

La originalidad, fruto de emplear estrategias creativas, es una habilidad que se entrena y un arma muy poderosa. En nuestra sociedad la enseñanza de la creatividad, y por tanto la originalidad, no se lleva a cabo en los centros educativos como parte de la formación integral de las personas sino a nivel universitario y suele estar vinculada a la publicidad.

Esto es porque resulta una manera muy potente de llamar la atención y porque, usada como estrategía de consumo, es capaz de generar mucho dinero a las empresas. No hay que olvidar que la creatividad es una herramienta muy poderosa que puede utilizarse con fines positivos o con objetivos manipuladores.

Por otra parte para ser original hay que estar dispuesto a salirse de la norma, con todo lo que eso conlleva, y no siempre se tiene el grado de madurez que esto requiere. Hacer las cosas de manera diferente y pensar de forma original, requiere dejar a un lado las rutinas, mejorar siempre que se pueda y mantenerse al margen de modas y tendencias.