Ilustración de Vicky Casellas

Ilustración de Vicky Casellas


 

Día 1: mi nombre es Andrés. Hoy empieza mi nueva vida en la que seré parte máquina y parte humano. Mi cerebro ha sido integrado en un cuerpo de androide que obedece mis órdenes. Todo ha salido bien y estoy recuperándome en la habitación. Aunque los antecedentes médicos no eran muy optimistas y que pocos apoyaban esta decisión, mi decisión fue clara desde el primer momento. Justo desde que los médicos me dijeron que se habían agotado mis posibilidades de superar mi enfermedad y que mi esperanza de vida se limitaba a unos pocos meses, 18 exactamente.

En ese momento mi prioridad fue poner en marcha el plan en el que había estado trabajando desde hacía años: trasplantar mi cerebro a un androide, un robot. Un proyecto que había exigido mucho más que el dinero de mi multimillonaria cuenta corriente. También había tenido que sortear bastantes trabas legales. Mi decisión no estaba basada en la excentricidad, ni en el egocentrismo como muchos diarios y revistas habían publicado, sino en el deseo de buscar nuevas fronteras a la limitación de nuestra propia existencia.

No fue fácil sortear tantos obstáculos. Todo el mundo estaba en contra de mi idea. Pocas personas me dieron su apoyo y, si lo daban, enseguida se echaban atrás por la presión de su entorno. Por eso, tuve que construir este gran edificio en el que estoy internado en estos momentos. Un  lugar que bien puede ser descrito como una mezcla de  laboratorio y de hospital ya que en él he ido incorporando a los mejores profesionales y adquiriendo la tecnología más avanzada. El tiempo y el esfuerzo han valido la pena. Mi objetivo es volver a mi actividad y pienso empezar cuanto antes.

Día 8: lo mejor de ser un robot es que la convalecencia se ha reducido a apenas unas horas. El tiempo en que mis baterías han tardado en cargarse con la energía impulsada desde el generador central. Todo mi esfuerzo se ha centrado en controlar este amasijo de cables, circuitos, transmisores y piezas ensambladas que ahora forman mi cuerpo.

Ahora el gran reto es volver a encontrarme con mis familiares y amigos. No son muchos. También he sufrido la dolorosa separación de alguno de ellos. Mi novio, por ejemplo, hacía tiempo que decidió poner fin a nuestra relación a causa de lo que él denominó como «situación estresante». Mis padres hacía tiempo que habían fallecido. Los malas lenguas dijeron que por los disgustos que les estaba dando. Tan sólo me aguardaban mis hermanos Laura  y Raúl quienes, a pesar de que no estaban a favor de mis pretensiones, siempre me habían ofrecido su ayuda incondicional. Solo por este apoyo, yo había podido superar los momentos más difíciles. Era hora de devolverles un poco de alegría tras tantos sinsabores.

Día 30: mucho tiempo ha pasado desde mi última anotación y creo que la celebración del primer mes de mi nueva vida merece un momento de reflexión. Muchas ideas se agolpan en mi cabeza. Por un lado, estoy disfrutando al máximo de cada segundo de vida. Hoy más que nunca estoy saboreando de cada instante, de cada momento como si fuera único. Ahora veo claro que la vida se compone de pequeñas «estrellas» que iluminan nuestro día a día y a las que muchas veces menospreciamos por el simple hecho de estar cegados por otras ilusiones artificiales que alimentan nuestro ego, pero que no llenan nuestra alma.

Un ejemplo: desde que se dio a conocer el éxito de mi operación, no he dejado de recibir felicitaciones de todos los rincones del planeta, invitaciones a conferencias en prestigiosos certámenes internacionales o incluso, nombramientos como Doctor Honoris Causa de innumerables universidades. Pero todo estas lisonjas no me dicen nada. Preferiría poder volver a sentir en el paladar la amalgama de sabores de un buen plato y un buen vino. Me gustaría volver a reconocer por el tacto la calidez de una mano o el roce de un dedo atravesando mi columna vertebral. Disfrutaría sin dudar del olor inconfundible de la tierra regada por la lluvia. Eso es lo que más me podría satisfacer en estos momentos. Y no lo puedo tener.

Día 31: hoy estoy más animado. He podido dar un paseo fuera de las instalaciones. Me han recomendado que no salga fuera para así evitar el contacto con los periodistas que estaban apostados a la entrada. Ellos no saben que un par de túneles conectan mi casa con el exterior. De todas formas, como no me quería arriesgar en esta primera caminata, he preferido hacer caso a los especialistas y recorrer la zona que rodea al edificio. Al final han sido cerca de tres horas largas en las que he comprobado que todo funciona perfectamente.

En todo momento, he estado acompañado de parte del equipo que iban anotando en sus tabletas digitales cada uno de los ejercicios que me pedían hacer. La mayoría de ellas eran una combinación de pruebas físicas que ahora apenas suponían desgaste físico. Para mí lo más complicado ha sido comprobar cómo las distintas partes de mi nuevo cuerpo reaccionaban a las órdenes de mi cerebro. Antes todo este flujo de información se transmitía de una manera instantánea, incluso muchas de las decisiones eran actos innatos o reflejos. Ahora todo tenía que ser procesado y transmitido adecuadamente. Todo es más lento, pero según me han comentado, con el tiempo mi sistema irá reconociendo algunas tareas básicas y actuando de manera más ágil. Todo llegará.

Día 53: desde hace varios días no duermo bien. Ya son varias las noches en que se repite la misma pesadilla: estoy solo en un campo de trigo que me oculta de la vista de las personas que están buscándome y gritan mi nombre. Yo intento contestarles en vano porque mi boca no puede emitir sonido alguno. Por más que lo intento, no puedo hacer nada. Van pasando las horas y empiezo a sentir los efectos del sol y de la falta de agua. En mi desesperación, empiezo a correr hacia las voces.. Justo cuando voy a llegar a una explanada donde veo una docena de personas, me tropiezo, caigo por un terraplén y mi cuerpo rueda y rueda sin cesar. Siempre despierto en ese momento con una indescriptible sensación de desasosiego y desamparo.

Para mí, estas sensaciones son totalmente desconocidas. Mi vida ha transcurrido dentro de una familia acomodada que me ha ofrecido todo el cariño y afecto, además de las múltiples ventajas  que el dinero facilita. Y ese mismo amor recibido, yo lo he transmitido a las personas que me rodeaban. Nunca sentí la soledad, nunca la falta de una mano amiga, ni una palabra de ayuda.

Mis médicos me dicen que son «miedos  inconscientes ante lo desconocido». Como mi vida ahora, donde todo dependía de unos circuitos eléctricos. Y, según ellos, esa incertidumbre provocaba intranquilidad. No estaba de acuerdo con ellos. Al contrario, siempre me había sentido atraído por los retos, por los desafíos, sin importarme los riesgos. Frente al inmovilismo o la rutina, prefería la atracción de los nuevos proyectos, aunque eso significase empezar de cero.

Día 55: se han producido algunos fallos en mi sistema interno que me han tenido inmovilizado durante varias horas. Los técnicos han tenido que sustituir algunas piezas. Nada importante, según ellos. Yo sigo animado. Antes tenía que ir a las revisiones médicas para poder estar sano, ahora estas revisiones han sido sustituidas por las puestas a punto de los técnicos informáticos. No hay mucha diferencia, tanto unos como otros llevan bata blanca y hablan un lenguaje ininteligible.

Día 80: todos estos días todo ha ido mucho mejor. Mi actividad diaria es casi igual a la que tenía antes de la operación. La vuelta a la normalidad es la mejor de las noticias. Ahora, realizo todas las actividades con una mayor satisfacción porque además del interés que siempre he tenido por cada una de ellas, ahora he incorporado la voluntad de vivir cada momento al máximo y de no postergar ningún deseo para el futuro. Bajo mi punto de vista, el momento presente es lo único que cuenta. «Aprovecha el momento», sabio consejo que nos dejaron nuestro antepasados.

Incluso, mis sueños son más agradables. De todos ellos, el mejor es cuando imagino volar sobre la tierra. Vuelo sobre el laboratorio, la ciudad, los montes cercanos, sobre los ríos… a veces, incluso llego hasta los acantilados que someten sus vertiginosas paredes a la fuerza dura y constante del mar. La sensación de ingravidez, de paz, de libertad es completa.  Infini……… eter….. es como ser inmort…………….

Hoy hemos enterrado a Andrés. Nuestro primer prototipo de hombre máquina. Como responsable máximo del laboratorio, me ha tocado la difícil decisión de desconectar la máquina que le mantenía artificialmente con vida. Al final, ha sido un virus (esta vez informático) el que ha desencadenado la reacción en cadena que hizo que todo el sistema sufriera un colapso definitivo. Durante las últimas semanas, hemos estado manteniendo su cerebro bajo el efecto de la sedación. Los apuntes  que acabo de leer en este diario, me demuestran que no ha sufrido. Al contrario, ha tenido una vida artificial con experiencias artificiales que para él eran completamente reales.

 
Si quieres leer otros relatos de Alfredo Herrera podéis encontrarlos en estos enlaces:
https://www.artecasellas.es/microcreatividades-el-estanque-estancado-un-cuento-de-alfredo-herrera-ilustrado-por-vicky-casellas/
https://www.artecasellas.es/microcreatividades-la-gran-limpieza-un-cuento-de-alfredo-herrera-ilustrado-por-vicky-casellas/