Smile network. Ilustración de Vicky Casellas

Smile network. Ilustración de Vicky Casellas


 
A continuación tenéis un nuevo cuento de Alfredo Herrera inspirado en una ilustración de Vicky Casellas y que incluimos una vez más en nuestro apartado de microcreatividades:
FIESTA EN EL MUSEO

Las guirnaldas colocadas por todas las columnas dan un mayor colorido al luminoso patio central. Todo está  preparado para la fiesta. «Bienvenidos a casa», se lee  en la gran pancarta desplegada de lado a lado. Como en otras ocasiones, hemos escogido el día de cierre del museo y de descanso de los guardias de seguridad. Así que tenemos todas las instalaciones para nosotros solos, los cuadros y las estatuas del Museo.

Cada cual intenta pasar, a su manera, el tiempo que falta hasta la hora convocada. Allí están Las Meninas correteando de un lado a otro jugando al pilla- pilla.  En otro grupo, se oyen los cánticos de los soldados de Las Lanzas y muy cerca de ellos, los relinchos de los caballos de los reyes y reinas. Por su parte, las Venus se reúnen con las Madonnas, con las Gracias o con las estatuas de dioses griegos y romanos. En una zona más tranquila,  los santos, mártires y vírgenes  conversan en murmullos sobre lo divino y lo humano. Pero, sin lugar a dudas, los más animados son los protagonistas de los lienzos que se guardan en los sótanos y que apenas se muestran al público. Para ellos, esta fiesta es la única oportunidad de volver a disfrutar de la luz del día y de la compañía de otros.

Las risas se oyen en todos los rincones. Como un efecto propagador de estas sonrisas, el buen ambiente nos contagia rápidamente. Todos estamos  muy nerviosos. Y no es por la falta de experiencia ya que estamos acostumbrados a recibir a invitados de otros países. Desde hace tiempo, nuestras salas acogen todo tipo de exposiciones internacionales que se celebran durante varios meses.
Pero en esta ocasión, la situación es bien distinta ya que era la primera vez que los cuadros y estatuas que estarán compartiendo nuestras instalaciones vienen escapando de un país en guerra. Según nos habían informado hacía unas semanas, el lugar de donde venían estaba siendo devastado por completo. Todo era un objetivo de las balas y bombas de cada uno de los rivales. No había ninguna excepción, ni ninguna seguridad. Se supone que las obras de arte como nosotros estamos protegidos por convenios internacionales, pero, en este caso, nadie respetaba estos tratados.

A muchos de nosotros nos trae a la memoria nuestra propia historia. Algunos años atrás, nosotros también habíamos padecido los horrores de una situación similar. Nuestro país se desangró en una lucha fratricida que solo trajo miseria y desgracias. Fue como una larga pesadilla donde, en uno u otro bando, siempre perdían los más débiles. Y nosotros fuimos parte de lo que ahora llaman «daño colateral» y que no es más que el disfraz donde se ocultan el miedo y la desolación.

Durante aquellos largos y tortuosos años, tuvimos que recorrer miles de kilómetros para encontrar un nuevo hogar. Muchas  personas nos ofrecieron su ayuda desinteresada, sin pedir nada a cambio, sin preguntar. En la mayoría de las veces, compartimos los pocos recursos que ellos disfrutaban. Todo lo ofrecían con el único espíritu de hacernos sentir como en nuestra propia casa.  Era la acogida llevada al máximo exponente.
Pero no solo eran los bienes materiales, sino también su calor humano que anulaban las diferencias sociales, su cariño que superaba los  problemas de idioma y su amor que curaban las heridas emocionales del destierro. De esta manera, nos hicieron sentirnos como en casa, como uno más y pudimos amortiguar la melancolía que azuzaba nuestros corazones.
Ahora, nos toca a nosotros ser los anfitriones. Por eso estamos deseando ver las caras de nuestros invitados. Todos vamos como locos,  ajetreados con los últimos preparativos. Unos buscamos las sillas para colocar alrededor de la mesa. Otros van colocando las bebidas y aperitivos. Para ello, están seleccionando los manjares de los múltiples bodegones de la pinacoteca. Los aficionados a la música han ensayado un grupo de canciones de distintas épocas para amenizar la velada.
«¡Ya vienen¡. Por favor, vamos a situarnos todos en nuestros sitios» -anuncia alborotado uno de los organizadores de la fiesta- «¡Atención, músicos, preparados!

En ese mismo instante, una alegre melodía comienza a inundar nuestros oídos. Los aplausos y los «vivas» añaden un mayor entusiasmo a todos. Hoy es un día que quedará grabado en la memoria como uno de los más importantes de la historia de la pinacoteca. De nuestra historia jamás contada.

Si te ha gustado el cuento de Alfredo puedes dejarnos un comentario :)