El poder de los gestos
Los códigos de educación y buenas maneras en las relaciones sociales  se orientan mayormente a  lo que se debe o no se debe decir, dando especial importancia al efecto que la palabra produce en nuestros interlocutores. Los gestos se minimizan y  protocolarizan para reducir su impacto en la comunicación, quizá por el temor a unos mecanismos conductuales que aún no hemos aprendido a controlar, y que en algún momento, pueden estar diciendo lo contrario que nuestras palabras.
Aplicado a la vida profesional, ya sea en una negociación, en la presentación de un proyecto, o en la dirección de un equipo, se tiende a considerar la facilidad de palabra como la habilidad clave a tener en cuenta en la mejora personal y profesional. Pero considerando que entre un 60% y un 80% de nuestro mensaje se soporta en lo que “no decimos”, podemos encontrarnos con una persona de gran facilidad de palabra pero de gestos serios y poco afables que tendrá mucha menor capacidad de llegar a su auditorio que otra persona menos expresiva verbalmente pero provista de un carácter simpático y una sonrisa franca.
Sería lógico pues, capacitarnos  también en unas habilidades básicas, que nos ayudasen a estar coordinados a la hora de hablar y gesticular, es decir a reforzar y enfatizar nuestro mensaje verbal con una gestualidad congruente y adecuada.  

Sobre la comunicación no verbal, se ha estudiado y publicado gran cantidad de información a lo largo del siglo XX, tenemos a nuestro alcance material  suficiente en el que basarnos para dotarnos de  unas claves o patrones básicos que nos hagan más eficaces en el intercambio de información con nuestro entorno social.
La mirada capta
La dirección de la mirada tiende a indicar dónde nos gustaría estar, por tanto si mientras hablamos con alguien, la otra persona no deja de mirar a la puerta o a las personas de alrededor, el verdadero mensaje es que tiene ganas de marcharse o quizá de hablar con otra persona.
La mirada nos dice el interés de la audiencia por nuestro mensaje, y también muestra a los demás nuestro grado de  atención que les dedicamos. Hay que usar el contacto visual cuando estamos escuchando, pero debemos de asentir con la cabeza al mismo tiempo, o nuestra actitud puede interpretarse como inquisitiva o desafiante.
Cuando hablamos, debemos establecer contacto visual sin esquivar la mirada de nuestros interlocutores, pues esto denota timidez, pero a la vez, hay que repartir la mirada por igual fijándola durante breves periodos de tiempo en cada uno de ellos. Es importante no producir sensación de acoso, la mirada puede desviarse momentáneamente a otros puntos que no sean nuestros interlocutores para descansar y relajar. Intensificaremos el contacto visual sobre una persona cuando queramos aumentar su estatus en un determinado momento o a propósito de un tema de exposición.
Las miradas siempre deben hacerse al tercio superior del cuerpo. Nunca debemos mirar por debajo de los hombros y mucho menos de arriba hacia abajo o a la inversa. La mirada debe manifestarse como un acto de comunicación no de análisis.
Elevar los ojos al cielo es como un insulto para la persona que está hablando, al igual que el parpadeo acelerado es una señal de irritación o impaciencia reprimida que debe ser evitada, es mucho más asertivo verbalizar la causa de la contrariedad, y no utilizar el lenguaje corporal para lanzar indirectas.El ceño no se frunce ni se arquean las cejas dando sensación de extrañeza o desconfianza.
 
Por Carlos G. Vaquerizo. Ingeniero industrial, ejerciendo profesionalmente en el sector aeronáutico, experto en comunicación no verbal, actor y director de teatro.
 
Bibliografía:
James, J. (2010). La biblia del Lenguaje Corporal. Barcelona: Paidós.
Davis, F. (2009. La Comunicación no Verbal.  Madrid: Alianza Editorial.
Pease, A. (1988). El Lenguaje del Cuerpo. Barcelona: Paidós.