Arte Casellas. Amrita Sher-Gil. Gloria GonzalezAmrita Sher-Gil murió con tan solo 28 años, sabiendo que fue la primera mujer artista profesional en India.
Su padre, noble de origen indio y su madre, cantante de ópera húngara, sentaron las bases de lo que fue su familia y el caldo de cultivo de unos sentimientos que mantendría muy presentes a lo largo de toda su vida y que marcaron el tono de sus pinturas.

Con la palabra “contradicción”, se muestra brevemente la línea que marcó su personalidad. Por un lado, Amrita fue un espíritu libre, cosmopolita, atrevida, dotada de un especial sentido de la estética y de la emoción. Por otro, fue el puente entre Europa y Asia, incansable en la búsqueda de su identidad, marcada por la deseosa aprobación de su padre, introvertida, melancólica, con numerosos conflictos y traumas personales y sexuales, rebelde ante las normas y ansiosa de reconocimiento como hija y como artista.
Amrita fue una adelantada de su tiempo, rompedora, vanguardista e independiente, comprometida con sus raíces y su pueblo, “retratista de lo social”, culta, sensible y llena de vida, una vida que quiso recorrer tan deprisa, que se le escapó entre sus lienzos.
Su trayectoria profesional fue de la mano de sus vivencias personales, pudiendo hablar de tres etapas bien diferenciadas en su composición. La primera, de 1913 a 1929, sus primeros dieciséis años de vida, de los cuales vivió ocho en Hungría y ocho en India.
Desde su más temprana infancia desarrolló la creatividad a través del dibujo (pintaba acuarelas) y de la música (recibió clases de piano), llegando a visitar Florencia por iniciativa de su madre, donde entraría en contacto con el arte italiano.
La segunda etapa, de 1929 a 1934, si bien fue la más breve en tiempo, fue la más controvertida de su biografía. Fueron los años que vivió en París, en los que en lo profesional, entró en contacto con los círculos bohemios de los años treinta, asistió a fiestas, teatros, museos y exposiciones, se impregnó de la técnica de los post-impresionistas, comenzó a trabajar con óleos, pintó mujeres desnudas así como numerosos autorretratos; y en lo personal tuvo numerosos amantes, sufrió un aborto, ejerció como hedonista en la búsqueda del placer y bebió del erotismo de la década.
Sus turbulentas experiencias sexuales con los hombres le condujeron a una situación de desconfianza, insatisfacción y shocks afectivos, que le impulsaron a tener relaciones con mujeres, factor que la separó aún más de su padre, quien temía por la reputación de su familia y que sin embargo, atrajo a quienes veían en ella a una transgresora “inmoral” que le hacía diferente de los demás artistas.
Su última etapa creadora, de 1934 a 1941 transcurre en India, donde decide poner en práctica lo aprendido tras su formación académica en París y darle una especial importancia al manejo de la luz, el color, la forma y el diseño. En estos últimos años sus obras toman un cariz más social, lejos del erotismo y la provocación de su época anterior.
Amrita ve en el rostro de sus compatriotas la imagen de la pobreza, que desea capturar en sus obras, así como la posición de las mujeres y las niñas en una sociedad de castas, donde los matrimonios de las menores son un hecho normalizado. Asimismo retoma la conexión con sus raíces, con una infancia llena de incertidumbres y marcada por la unión infeliz de sus padres, recolocando de nuevo sus emociones y buscándose a sí misma entre las miradas de su gente.
En este periodo deja a un lado su reconocida promiscuidad y contrae matrimonio con su primo, el doctor Víctor Egan, en contra de la voluntad de sus padres. En él encontró una figura masculina que la respetaba, entendía y cuidaba. Sher-Gil no se sentía la esposa ideal y pensaba que no podría ser tan buena madre como pintora, sin embargo, su primo fue capaz de comprender todo ello y aceptar esta relación, lo que le permitió independizarse de sus padres, a la edad de veinticinco años.
El hecho de que él fuese médico, rompió con la tendencia de la época en la que era de esperar que ella se casara con otro artista, de quien sería su musa, no siendo así en este caso.
Premiada en vida por diversas Instituciones del Arte, ganadora del máximo premio en el Gran Salón de París por “Las chicas jóvenes” en 1933 y condecorada con la Medalla de Oro por la Bombay Art Society en 1937 por “Tres mujeres”, fue una artista que pintó la vida en estado puro, lo tradicional frente a lo exótico, lo emocional frente a lo racional, el deseo sobre el deber, lo transgresor frente a lo convencional.
Amrita, que en sánscrito significa “sin muerte”, nos dejó su esencia en sus obras, muchas de ellas hoy en la National Gallery of Modern Art en Nueva Delhi.

Escrito por Gloria González diplomada en Empresariales, licenciada en Economía y Máster en Acción Solidaria Internacional de Europa, ejerciendo profesionalmente como coordinadora de proyectos educativos.
Imagen obtenida en: http://vintagesareeblouse.wordpress.com/tag/india-2/